fiesta entrañable, en la que la alegría, la sencillez y buen humor de todos lograron el éxito. la quinta del 57 se reunió para festejar sus bodas de oro el día 20 de agosto
congregados en la plaza, comenzó con pasacalles en compañía de los vecinos hasta la casa del sr. alcalde, continuando hasta la iglesia, en la que pepe ofició la misa.
más pasacalles desde la iglesia hasta la plaza, donde convidaron a todo el pueblo; posteriormente compartieron mesa y mantel presidida por dionisio, sentado sobre un célebre sillón de mimbre. todos los quintos recordaron la historia del sillón.
por la tarde, y hasta bien entrada la noche, hubo baile en la plaza con los incansables mascapipas. al grito de ¡¡vámonos pa zafra!! julián animaba a los presentes, mientras familiares y amigos repartían chocolate caliente y bizcochos.
volvamos a la historia del sillón: una tarde de domingo, quintos y acompañantes se fueron caminando a valdelacasa para contratar la música, y en la cuesta de fuentes se cruzaron con un silletero. entre el jolgorio, bromas y risas, le encargaron dos sillones de generoso tamaño (ya que sus mujeres eran muy grandes). pasaron las fiestas de los quintos, pasó el tiempo y nadie volvió a acordarse de tal asunto, hasta que una tarde el silletero se presentó en el pueblo con los dos sillones preguntando por los mozos, de los que no sabía el nombre. como nadie aparecía, habló con el alcalde y se sentó a esperar en la plaza amenazando con “llamar a la fuerza” si no aparecían los compradores y se hacían cargo de la mercancía. tras unas horas, los padres de un quinto y acompañante decidieron abonarle el importe, algo elevado, y quedarse con los sillones para poner fin a la situación. ambos asientos se conservan en perfecto estado.
¡vivan los quintos! y que vivan muchos años.
|