ha pasado un año más y somos alguno menos. la romería, nuestra fiesta más antigua, más popular, típica y entrañable sigue, como puede, citando cada año a residentes, foráneos y nostálgicos.
terminada la misa temprana y pasadas las 13 horas la impaciente comitiva caminaba a los lanchares acompañada por la dulzaina de pedro garcía jaén.
alguien me comentaba durante el camino el trabajo que le costaba subir la cuesta. en sus años mozos lo que costaba era bajarla, a causa de la inseparable “damajuana” y su contenido, tan alto en graduación como escaso en finura, lo que se llama “vino peleón” o “revientaquintos”. es de suponer que la cuesta abajo, y el sol como rumbo facilitaban la llegada al pueblo en la famosa “romería chica”, en que recorrer pocos metros con dirección variable, tragos frecuentes y cantos sin compás requería grandes esfuerzos.
reunidos junto a la cruz se bendijeron campos y escombros; los avances y el progreso han transformado la belleza de este lugar en un vertedero. y aunque el campo está sediento y la lluvia es necesaria, el cielo se tomó un respiro. el día transcurrió sin agua y con buena temperatura.
acabada la bendición se rezó un responso por el alma de juan pablo ii, el papa más admirado, querido y respetado, al margen de creencias, ideologías o pensamiento; un papa irrepetible.
entre tanto paco, onofre, jacinto, belén y coco, movían brasas y asaban para el deleite de romeros. en el transcurso del festejo se puede ir clasificando grupos: los que trabajan, (pocos) los que comen (todos) los que miran (mayoría de hombres) y los que bailan (principalmente mujeres).finalizado el ágape comienza el baile, siendo las señoras las protagonistas. ganan terreno en todos los ámbitos y se lo pasan en grande. mientras, los hombres observan y charlan.
magdalena y rosario no perdieron comba ni ocasión, “suelto o agarrao”; terminarían con agujetas; lo mismo que cesárea que, después de treinta años sin venir a la romería, lo bailó todo, con “el su benito” o sin él. jotas, pasodobles, vals y otras cosas salían de la dulzaina de david, que atril en ristre con las partituras sujetas con una piedra completaba el aire típico de fiesta.
julián, rememorando viejos tiempos, sacó un queso de su furgoneta; trozo a trozo lo repartió entre los presentes.
el consabido paquito el chocolatero animó a otra parte del personal y a la juventud, es aquí donde da comienzo lo que ahora podríamos denominar la “romería chica”; los tiempos o circunstancias cambian, y las señoras, más dadas al jolgorio, se lo pasan en grande; si los hombres bailan, bien; y si no también.
pasadas las cuatro de la tarde, después de la agradable jornada, la gente puso rumbo al pueblo, con destino a la partida de cartas, la tertulia y la añoranza.
mientras, los jóvenes disfrutaban en la resbaladera.